Salvador Pesquera
Por azares de la vida, Salvador Lázaro había nacido el 17 de diciembre de 1918 en la Ciudad de México, pero solo vivió en ella hasta 1923, cuando su madre Marie Amaudrut Jacquard decidió volver a su pueblo natal Mailley, ubicado en el departamento Haute-Saône/Alto Saona, en el distrito de Vesoul, en el cantón de Scey-sur-Saône-et-Saint-Albin cerca de Besançon –la ciudad natal de Víctor Hugo, y los hermanos Lumière–, situada a 280 kilómetros, aproximadamente, al sureste de París. Por ello, comúnmente es difícil conservar algún recuerdo de esos primeros años de vida, y Salvador, que además era nieto del connotado liberal y escritor mexicano Guillermo Prieto Pradillo, no fue la excepción.
El pequeño Salvador había nacido en el barrio de Mixcoac y luego fue bautizado en la antigua parroquia franciscana –a los pocos años de haber sido fundada pasó a manos dominicas– del ex Convento de Santo Domingo de Guzmán, frente a los lienzos de la Divina Providencia, la Virgen de Guadalupe y la Purísima. Desde entonces vivió con su familia en el barrio de Tacubaya, a pocos kilómetros de Mixcoac, donde además pasó sus últimos días, hasta que falleció, su abuelo Guillermo. En este lugar su madre, a pesar de hablar español a cuentagotas, entabló buenas amistades y pudo abrir un restaurante de alta cocina francesa que, dado su talento, prosperó por algún tiempo en el que pudo sostener a su familia.
Por azares de la vida, Salvador Lázaro había nacido el 17 de diciembre de 1918 en la Ciudad de México, pero solo vivió en ella hasta 1923, cuando su madre Marie Amaudrut Jacquard decidió volver a su pueblo natal Mailley, ubicado en el departamento Haute-Saône/Alto Saona, en el distrito de Vesoul, en el cantón de Scey-sur-Saône-et-Saint-Albin cerca de Besançon –la ciudad natal de Víctor Hugo, y los hermanos Lumière–, situada a 280 kilómetros, aproximadamente, al sureste de París. Por ello, comúnmente es difícil conservar algún recuerdo de esos primeros años de vida, y Salvador, que además era nieto del connotado liberal y escritor mexicano Guillermo Prieto Pradillo, no fue la excepción.
El pequeño Salvador había nacido en el barrio de Mixcoac y luego fue bautizado en la antigua parroquia franciscana –a los pocos años de haber sido fundada pasó a manos dominicas– del ex Convento de Santo Domingo de Guzmán, frente a los lienzos de la Divina Providencia, la Virgen de Guadalupe y la Purísima. Desde entonces vivió con su familia en el barrio de Tacubaya, a pocos kilómetros de Mixcoac, donde además pasó sus últimos días, hasta que falleció, su abuelo Guillermo. En este lugar su madre, a pesar de hablar español a cuentagotas, entabló buenas amistades y pudo abrir un restaurante de alta cocina francesa que, dado su talento, prosperó por algún tiempo en el que pudo sostener a su familia.
Sin embargo, la glamorosa vida que su esposo Salvador Pesquera Ortiz de Montellano procuraba llevar eran altos y los ingresos del restaurante no apoquinaban lo suficiente, así que en algún momento acabó, al igual que su matrimonio. Y es que el padre de nuestro personaje quizá se aferró a un estilo de vida ostentoso e incluso dispendioso, a la altura que probablememente estimaba que correspondía a sus orígenes como miembro de una antigua familia de hacendados mexicanos, naturales de Oviedo, en la española región asturiana. Era además un hombre alto, ágil y de atlética efigie, cualidades que aprovechó para convertirse en pelotari profesional de jai alai, denominación vasca que significa “fiesta alegre” y que se refiere al tradicional juego cesta punta, variante de la pelota vasca.
Al comienzo del siglo pasado, este deporte comenzaba a cobrar un importante auge en diversas partes de la República Mexicana, por lo que es muy probable que Pesquera Ortiz de Montellano inaugurara algún frontón o que jugara en el Eder Jai y en el Frontón Nacional de la calle Allende, inclusive en el Frontón México, toda vez que este emblemático recinto se inauguró a fines de los años veinte. En ese tiempo también formó parte de un equipo de pelota vasca que viajó a Turín, Italia en 1915, para competir en varios encuentros. Y es que como ocurrió con muchos deportes, a principios del siglo XX comenzó a promoverse su internacionalización a través de torneos, competencias y exhibiciones que eran anunciados en la prensa, por lo que es probable que él conociera diversas partes de México y el mundo a través del deporte.
Su primer encuentro se dio probablemente en la histórica Plaza del Trocadero, que conecta con varias importantes avenidas; entre ellas, la Avenue Kébler, donde Salvador tenía su taller. Además, pertenecía al mismo distrito XVI, por lo que, para ambos, la zona formaba parte de su día a día.
El 9 de marzo de 1946, Salvador de 28 años y Suzanne de 25 se casaron en una sencilla ceremonia en la Prefectura del Distrito XVI de París, a las 10:30 de la mañana. Suzanne había dado el “sí” en el registro civil parisino con la ilusión de formar una familia y sobre todo una vida al lado de su enamorado, quien había dedicado grandes empeños para convencerla de ello.
Suzanne había nacido el 25 de junio de 1921 en la casi extinta localidad campirana de Le Gast, ubicada en Calvados. En la imaginación de muchos podría suponerse que el suyo era un encantador entorno para el desarrollo de la vida: su clima, la calidez de su gente, el pequeño río Senne que humedecía sus tierras y verdosas praderas… Pero las fatídicas guerras que enmarcaron su infancia y juventud fueron también la tragedia de Le Gast e incluso de Pirou-Sur-Mer, el pueblo adonde solía ir a la playa y que finalmente fue consumido por estas.
Carencias, penurias, enfermedades y duelo fueron entonces parte de lo cotidiano en la región normanda y la familia de Suzanne no pudo hacerse de un panorama más próspero o por lo menos digno. Además, la tragedia no tardó en cernirse sobre Suzanne y su hermana menor, Cécile, cuando fueron notificadas de la muerte de su padre a causa de la tuberculosis, la cual se sumaba a la de su madre, ocurrida alrededor de ocho años antes.
Suzanne entonces tenía escasos quince años de edad y una vida cuyas fatídicas experiencias fortalecieron su alma y espíritu, a la vez que la orillaron a madurar rápido. Casi de inmediato entró a trabajar en un almacén y tienda de telas donde las tareas eran diversas y pesadas: lavar pisos arrodillada, ordenar mercancía y más. Pero gracias a su disposición, constancia y estricta disciplina fue ascendiendo, hasta ser encargada del lugar.
Pasaron algunos años cuando una crítica peritonitis la postró frente a la muerte a sus dieciocho años. En la tienda de telas, desafortunadamente, no creyeron en ella cuando les anunció de su malestar, pero por fortuna tuvo la lucidez y la fortaleza para atenderse a pesar de los malos tratos que recibía de las monjas, aunque en precarias condiciones.
En ese viaje al centro sur europeo conoció a la joven Marie Amaudrut Jacquard, una bella francesa que trabajaba como chef en París. Era Marie, quien cautivada por el atleta y la promesa de una larga vida junto a él, viajó a México con la intención de formar una familia y residir definitivamente en la capital del país. Antes de pisar por vez primera tierra mexicana, Marie y Salvador se casaron en Nueva York. En México, eran aún los años de la Revolución, aunque ya habían pasado los más difíciles en los que las batallas, sobre todo del Bajío, recrudecieron el ambiente político, económico y social; de hecho, Venustiano Carranza Garza, encargado del despacho ejecutivo desde 1914, estaba por conversirse en primer mandatario del país de forma oficial.